Cuando hablamos de falcata ... ibérica, nos referimos a una espada de medio metro de longitud, de hoja curva, asimétrica y de anchura variable. Aunque en realidad ese nombre no era el suyo original, así la designó Ceán Bermúdez a mediados del siglo XIX y por ahora no sabemos como la denominaban los íberos.
Su origen no es hispano, puede que provenga de las costas adriáticas, extendiéndose después a Grecia, dónde se le conoce como ‘kopis’ Desde Italia llegaría a nuestra península y aquí los íberos la modifican y la mejoran convirtiéndola en una mortífera y eficaz arma.
Es una espada pesada, con el dorso giboso en una sola curva y el filo cóncavo en la empuñadura y convexo hacia la punta. Al ser mas ancha en el extremo principal que en el centro de la hoja, adelanta el foco de percusión, aumentando la efectividad de su golpe incisivo. Habitualmente la hoja está surcada de acanaladuras que le proporcionan más ligereza, y además se aprovechan a modo de decoración, incluso rellenando estas hendiduras con motivos damasquinados como se ha descubierto en ciertos ejemplares. Algunas piezas halladas en las excavaciones arqueológicas, muestran un doble filo en la punta, lo que duplica su efectividad al convertirla también en arma muy punzante. La empuñadura se cierra en el contorno de la mano, rematando ese cierre una cabeza de animal.
La falcata es un arma elegante, propia más de infantería que de caballería. Es una espada pensada para lucha a corta distancia, ideada para atacar el vientre del enemigo por debajo del escudo protector, una estrategia muy parecida a la utilizada por los romanos con sus ‘gladius’. La espada íbera es sin duda indicativo de que sus inventores practicaban un tipo de combate similar al empleado por el resto de los pueblos mediterráneos.
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