Aníbal, cuyo nombre significa ‘beneficiado con la gracia d ...e Baal’, adquirió a través de las narraciones de los historiadores, pero también a través de sus propios actos, un carácter heroico que arranca de su determinación a cumplir con un destino no elegido, adquirido desde su nacimiento, y que podía conducirle a la muerte; un destino que con frecuencia se comparó al de Heracles –viajero, aventurero y conquistador– y sus doce trabajos; un destino propio de un semidios.
Sin embargo, el conocimiento que han legado los historiadores clásicos sobre Aníbal es muy limitado y bastante tendencioso en general, especialmente en lo que hace referencia a los momentos tempranos de su vida. El relato del juramento de su padre transmitido por varios autores latinos es la única referencia que existe del niño que, poco después, partiría para la Península Ibérica acompañando a su padre, y con él comienza a dibujarse una personalidad obligada por los acontecimientos y por sus compromisos personales y familiares. En su destino estaba enfrentarse a Roma; era el destino de un aristócrata púnico, excepcional en cuanto a que, como hijo mayor de Amílcar, estaba determinado a continuar la política iniciada por su padre, pero no muy distinto al del resto de jóvenes aristócratas cartagineses que debían competir por abrirse paso en las intrigas políticas del senado de Cartago, optando por uno de los bandos que por entonces lo controlaban: el de los bárquidas o el de Hannón.
Gran parte del desconocimiento existente sobre la infancia y primera juventud de Aníbal procede de la pérdida de las fuentes historiográficas púnicas. Se tiene constantica de que tanto Sileno de Calacte, que según Cicerón redactó una historia de Cartago, como Sosilo de Lacedemonia, escribieron relatos biográficos de Aníbal, pero ninguno de ellos ha llegado hasta la actualidad, probablemente destruidos por las llamas que arrasaron la ciudad al final de la tercera guerra Púnica. En el caso de Aníbal, sabemos que Sosilo fue su profesor de griego, lo que es coherente dado el peso que el helenismo había adquirido en la sociedad púnica. Esta influencia es apreciable también en los modelos iconográficos usados en sus acuñaciones de moneda en las que, siguiendo el ejemplo de Alejandro, los bárquidas aparecen semidivinizados, con atributos de Melkart y de otras divinidades púnicas.
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